Música

sábado, 28 de septiembre de 2013

Por mucho que le duela a mi misantropía.

Tu mirada recorre el paisaje con un brillo de tristeza y melancolía. Tus retinas reciben una extensa gama de colores, desde el más vivo de los amarillos hasta el más suave de los azules. Colores que no sabrías clasificar o, si sabes, jamás tendrías tiempo para hacerlo. Pero tu mente sólo recibe el gris. Ese tono monótono, aburrido y triste sin matiz alguno. Gris, gris, GRIS.
No parece haber nada que lo coloree, nada que resalte, nada que merezca la pena.
¿Seguro que no? Mira bien.
Plantas con hojas verdes y flores ocres que luchan contra la gravedad para alzar sus fibrosos cuerpos hacia el cielo, como si con sus ramificaciones pretendieran rozar las nubes. Esas nubes que se ven tan lejanas, siempre en movimiento, deshilachándose y juntándose mientras sus deliciosas texturas de algodón forman preciosos efectos en la luz que reciben.
Estructuras y mecanismos creados por una sola especie, cada uno con su utilidad y su magia, algo que ante la lógica parecería imposible, pero que se muestra ante ti en una forma pedante, gritando en silencio "¡Mirad lo que hemos hecho!".
Y las personas...
Personas que ante mi misantropía son simples formas que se creen superiores por pensar más, por haber tenido la facilidad de evolucionar sin competencia notable... Cuyos ojos son grises sin serlo, vacíos e ignorantes...
Pero... A su forma son fascinantes. Son únicos, diferentes, singulares y colectivos. Unos quieren, otros odian, y siempre habrá alguno que resalte. Son una mente conjunta que se mueve como una colmena, como un hormiguero, todos insectos obreros con el mismo objetivo... Pero también son solitarios, cada uno encerrado en su ser, con sus preocupaciones y opiniones, siempre marchando en distintas direcciones por el mismo camino.
Son humanos.
Y, por muy simples que parezcan a veces, son una masa indomable e inconforme, luchadora hasta el final por sus propias mentes, siempre pensando y reflexionando.

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