Música

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Bosque

   Tus pasos resuenan entre crujidos de hojas secas. Troncos podridos y roídos se levantan a tu alrededor, un oscuro bosque cuyo hedor a corrupción y a enfermedad invade el aire de una forma casi nociva. Un rayo de luz se filtra por un hueco entre todas esas ramas retorcidas que se entrelazan entre sí. El haz cae sobre un punto verde, el único en muchas hectáreas. Aceleras tu paso. Sabes que no tienes mucho tiempo. Un retoño bañado por la luz del sol, un pequeño árbol con hojas de color esmeralda y flores hermosas que buscan cualquier calidez posible. Las ramas de los árboles podridos comienzan a crecer hacia el haz, agarrándose para formar un techo opaco que no deje pasar ni un hilo de luz. Las raíces se abren paso por la tierra en dirección al retoño, dispuestas a consumir hasta la última gota de agua de la que bebe. Corre, maldita sea, ¡corre! Caes de rodillas al lado de aquella pequeña esperanza. Te das la vuelta, vagando tu desafiante mirada en esos troncos podridos.
   -¡NO!- gritas.- ¡Jamás cesaré en mi empeño! ¡No permitiré que vuestras retorcidas ramas tapen la luz de aquellos que saben aprovecharla! ¡No dejaré que vuestras sucias raíces los humillen, dejándolos secos! ¡Nunca me quedaré quieto mientras convertís una pequeña y reluciente esperanza en un viejo tronco envenenado como vosotros!
   Tu vista se aclara. La nitidez llega. No son árboles, son personas. Y en el lugar del retoño, alguien agazapado, tembloroso, con miedo. Alguien cuyo ser resalta, se levanta. Que ha resistido la presión hasta que has llegado. Te arrodillas a su lado. Sólo necesita unas palabras. Una frase de tres palabras que terminará con esa desesperanza.  Algo que siempre habías necesitado.
   -No estás sólo.

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