Asciendes al cielo y cruzas las nubes. El celeste deja paso al oscuro azul marino. Una oscuridad salpicado de gotas brillantes que forman hermosas constelaciones mientras una línea nubosa cruza de punta a punta el cielo estrellado. Es algo hermoso e irrepetible...
Desciendes al fondo de los mares, en donde la luz sólo es un tupido edredón que alumbra aleatoriamente cualquier pequeño o gran animal, cualquier estepa submarina estéril o arrecife de coral.
Pero no te paras ahí. Hermosas fortalezas que salpican las montañas. Campamentos improvisados que pueblan los bosques. Gritos de lucha, el entrechocar de los aceros. Catapultas proyectando escombros sobre el enemigo. Castillos ardiendo, festejos celebrándose. Victorias y derrotas, guerra y amor.
Naves capaces de surcar sistemas estelares en pocos días que se enfrentan en silenciosos combates en la nada, en el espacio exterior. Luces sin sonido, disparos que nadie oye, pero que a todos estremecen. Explosiones y abordajes, luchas feroces a bordo de las mismas. Exploraciones y descubrimientos sin igual en lo conocido hasta ahora. Invasiones y heroicidades.
Ciudades subacuáticas que parecían imposibles cuyas luces alumbran el lecho marino y a las que se ven atraídos bancos enteros de pequeños peces junto a enormes cetáceos que interrumpen el silencio submarino con sus estridentes y hermosos cantos. Mantas que en realidad son submarinos recorren todo el inundado paisaje, bajando por abismos, subiendo por volcanes que en un futuro lejano serán más islas, más paisajes que explorar e imaginar.
Un mundo sin límites que la gente quiere limitarte. No dejes que tu imaginación se vea impedida por retrógradas mentes. No es peligrosa, pues es el don más hermoso que se te ha podido conceder. Déjala volar, déjala luchar, déjala amar, déjala explorar.
Pues el horizonte sólo es una línea que superar.
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