Música

domingo, 7 de junio de 2015

Mirada

-Quiero ver esos ojos.- pidió ella.
Él arqueó la ceja. Sus enormes ojos castaños brillaban de intriga y pavor.
-¿Qué ojos?
-Quiero ver tu mirada más oscura. Quiero ver si eres capaz de quitar el brillo de tus ojos. Quiero verlos.
-¿Segura?
Ella asintió.
Él cerró los ojos ante ella...
...
Sus pensamientos abrieron un arcón de madera oscura y arañada, de candado oxidado desde cuyo interior algo parecía golpear con fuerza y rabia. Abrió el candado sin apenas esfuerzo, era fácil volver a ello.
Recordó...
Recordó cuando no era nada. Recordó cómo su vida había parecido un macabro chiste tejido por un cínico cómico al que le gusta el humor cruel, cuya sonrisa está pintada con la sangre de las penas y los dolores infundidos por años y años de penurias.
Recordó ese abismo. Todo acabó desembocando allí abajo. Era un lugar en el que la oscuridad te arañaba y te mordía, provocando heridas que no escocían, que asimilaban al dolor de una estaca de hielo clavada directamente en un corazón ya de por sí débil y marchito.
Recordó cómo todo se volvió negro sin posibilidad de encontrar un color vivo. Su alma pedía auxilio a gritos, reflejando en sus ojos un dolor y unos ruegos que nadie pudo ver o nadie quiso hacerlo.
Recordó aquellas noches llenas de estacas heladas que se clavaban como pequeñas agujas de acupuntura en todos los lugares de su cuerpo, cómo se retorcía en su lecho mientras abría las mandíbulas con fuerza y emitía gritos silenciosos, cómo sus ojos comenzaban a escocer y los tendones de su barbilla gritaban de dolor ante la tensión del gesto.
Recordó cómo su mente se fugó de la realidad y vagaba cada vez que podía por mundos y universos creados por él mismo en donde encajaba, en donde tenía la certeza de que pertenecía.
Y también recordó todas las veces que la realidad se plantaba ante él con media sonrisa y mirada de rabia y de odio y le decía con voz fría y siniestra que aquello con lo que soñaba no existía y no tenía posibilidad alguna de existir.
Recordó cómo su mente se marchitaba cada vez más, como sus ojos se vaciaban y como, ante la imposibilidad de comprenderle, otros usaban esa baza contra él, para sentirse superiores, porque su naturaleza llena de odio e hipocresía así se lo ordenaba.
Recordó cómo poco a poco su alma se comía a sí misma, cuando su imaginación acabó por poseerle por completo y abrazarle en un cruel gesto que parecía añadir más leña a la hoguera de la fría y asquerosa ironía.
Y sus ojos se teñían poco a poco con ese negro abismo lleno de odio y rencor hacia todo lo que le rodeaba, hacia esa realidad que le golpeaba con fuerza cada noche, provocándole un dolor que parecía más bien la posesión de un loco. Su mente parecía golpear las paredes de su cráneo, queriendo salir de ahí, pidiendo ayuda, pidiendo auxilio...
...
Abrió los ojos.
Ella alzó ambas cejas con un brillo de pavor. Se apartó. Luego le abrazó.
-No pongas esa mirada nunca más...
Él sonrió.
-Ya no tengo razones para ponerla...

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