Música

martes, 22 de diciembre de 2015

Juventud perdida

Nuestra vida depende de una moneda, una tirada. Del azar más macabro jugado por el jocoso destino. Nuestros primeros pasos serán cosa de la suerte y sus consecuencias. Y en ocasiones... en ocasiones la maldita moneda cae al revés.

Miramos con desdén desde nuestra aparente madurez. La desconfianza es nuestro escudo, la indiferencia nuestra máscara. Una máscara sonriente que oculta nuestro abierto corazón cuyos pedazos han sido desgarrados sin piedad por la desdicha y la maldad.

Parecemos fuertes, insuperables. Parece que ya lo hemos olvidado. Hacemos pensar que es cosa de los recuerdos perdidos algo que en realidad supura de cada cicatriz con una presión casi incontenible.

Sufrimos envidia, envidia destructiva. Envidia de aquellos niños que ríen, que su juventud afianzan, abrazan y disfrutan. Y nosotros la miramos y la tememos. La queremos olvidar.

¿Por qué?
¿Por qué tuvimos que perderla?
¿Por qué esos recuerdos que buscamos sólo nos acongojan y acuchillan?
¿Por qué nosotros?
¿Por qué...?

Os mostramos falsedad. Lo sentimos. Es miedo lo que tenemos. La cara que creéis ver en nuestros rostros no es sino papel, cartón, paja dibujada y moldeada. Una obra maestra de una creatividad cuyo pago ha sido un mal pasado y noches de llantos silenciosos.

Nuestro brillo en los ojos es neblina, cortina traslúcida que muchos dais por hecho, que omitís por completo. Dos pozos se agazapan tras ella, oscuros y hambrientos, con ganas de engullirnos en un vórtice de ínfima autoestima y complejos incurables.

Cuando nos miramos, nos descubrimos. Reconocemos la careta del pasado oscuro y deprimente. Una mirada nos basta, un brillo de complicidad. Una pregunta que nos transmitimos con nuestros ojos.
"¿Por qué a nosotros?"

Jamás lo hemos superado y dudamos conseguirlo. Duele cuando la gente grita recuerdos felices, cuando ríen con juventudes divertidas y despreocupadas mientras nosotros ocultamos el cofre oxidado que hemos decidido cerrar con llave.

Si miras tras nuestra careta, verás un vacío. Un vacío perteneciente a un tiempo que no tuvimos, que alguien nos arrebató con desprecio e intolerancia.

El vacío de la juventud perdida.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Batalla, parte 2

Maldito el día que aquella bestia infernal decidió llegar al mundo. El colosal dragón sobrevoló la retaguardia de los soldados, escupiendo fuego y muerte sobre las catapultas y los arqueros. No era un ser inconsciente, para el temor del mariscal, pues acababa de exterminar el único medio que tenían de enfrentarse a él. Su negra silueta se iluminó con los rayos de la tormenta, mostrando una demoníaca figura que parecía haber sido forjada en ónice y carbón. Las alas, dos velas negras rasgadas por la edad que rociaban del campo de batalla de oscuridad y terror. Los soldados no tardaron en desmoralizarse, corriendo para salvar la vida. Aún así, algunos todavía tenían el valor o la osadía de intentar arrojar sus lanzas, vana acción que apenas mellaba sus oscuras escamas. El mariscal cabalgó entre las llamas y la muerte en dirección a la retaguardia. Una vez allí, buscó cualquier arco o catapulta que aún le pudiera servir. La búsqueda parecía ser en vano y el hombre apretaba los dientes para desahogar la impotencia de oír a sus hermanos y hermanas gritar de dolor y no poder hacer nada para remediarlo.
Al fin, sus ojos se depositaron en una catapulta que, aún con algunas partes perjudicadas, podía aguantar al menos un disparo más. Se bajó del caballo, el cual no tardó en huir cuando se vio liberado de su trabajo, y cargó con una pesada roca en dirección al armatoste. Con los rugidos y los gritos como música de fondo, el mariscal cargó su preciada munición y esperó.
Esperó...
...
Finalmente, cuando aquel enorme dragón estuvo a tiro, disparó. La roca, de unos diez kilos, voló como un mensajero de la muerte a toda velocidad a su destino. Cuando golpeó el nacimiento del ala derecha de la criatura, el mariscal se anticipó a los sucesos y corrió con el hacha empuñada hacia allí. El dragón cayó con estrépito a la estepa, provocando un estridente temblor en el suelo. Cuando alzó la cabeza llena de cuernos, vio como, entre los cadáveres, el valiente líder humano le encaraba sin parar de correr. Escupió un torrente de fuego que el mariscal esquivó de una voltereta. Cuando las llamas se disiparon, vio como el hacha dorada volaba hacia su rostro escamoso. El arma se clavó con dolor en su ojo izquierdo, provocando un rugido de furia que salió de sus fauces como si el verdadero infierno hubiera salido de las entrañas de la tierra. Cuando posó la cabeza con el objetivo de quitarse el arma, el mariscal saltó a su cuello con una daga plateada desenfundada y, con una sobredosis de ira y heroicidad, clavó entre sus escamas el arma repetidas veces hasta abrirse paso entre las escamas, la piel y los músculos ante una de sus rojas arterias.  Al seccionarla limpiamente, una cascada de sangre cayó sobre él. El mariscal cayó al suelo y el dragón se revolvía intentando escapar ante la muerte que le succionaba su negra alma con cada latido.
Finalmente, el enorme se desplomó y dejó de respirar. El mariscal, tumbado en el suelo, jadeaba, exhausto. Ya no había ruido alguno en el campo de batalla.
Todo había terminado.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Mi ideal, lo primero

Esperanza que se desvanece,
Una luz que con rapidez decrece.
Engullida por el dolor,
Por la impotencia,
Por el terror.

Un cancerígeno tumor,
Se propaga sin control,
La muchedumbre ignorante,
Que decide mantener
Su empatía distante.

Pero no, "cierra la boca,
Que neuronas tienes pocas,
Yo soy superior a ti.
¿No lo ves?
Silencio, infeliz."

Crees que lo mejor es tu pensamiento
Que vas a fortalecer con los lamentos
De tragedias que almas destrozan
Y que tristes corazones
Con fuerza azotan.

Tu lucha no tiene cabida
Pero de algo sirve tu vida.
Te da igual cuántos hayan fallecido.
Lo tuyo, lo primero.
"Espero que lo hayáis comprendido."

Si es odio lo que te mueve,
Será odio lo que merecen.
Familias, heridos, niños,
Para ti no son víctimas,
Para ti son enemigos.

Escoria, basura.
Humanos de testa dura.
Vuestra causa es una mierda.
Pero, eh,
Seguid comiendo esa sucia tierra.

Racismo,
Fanatismo.
Falacias que son lo mismo.

Moralistas,
Hipócritas.
Ratas de alcantarilla.

Fusiles en manos de cortos corderillos,
Teclados en manos de unos listillos.
Mi esperanza se despeña con violencia,
Por el desfiladero
Por el que se asoma con peligro mi paciencia.

Humanos, basura.
Subnormales de testa dura.
No tenéis futuro.
Por vuestra conciencia
Ya no doy ni un duro.

martes, 8 de septiembre de 2015

Allí abajo

Estoy al borde.

Es un risco harto conocido, con bordes afilados, fríos, helados. No quiero tocarlos, no me atrevo. Su tacto es un recuerdo, un rastro melancólico de un tiempo macabro y cruel sin esperanza. Me miro las manos, llenas de raspones, de cicatrices que ese mismo borde creó al rajarlas cuando mis músculos tiraron hacia arriba con un último esfuerzo que exhaló un suspiro de alivio esperado desde mis primeros pasos.

Y la risa sube desde la oscuridad en un eco que hiela mi débil alma.

-Bajarás.
Niego de forma temblorosa con la cabeza. Intento parecer bravo, pero mi pelo se eriza y mis cuerdas vocales se paralizan, estancadas en un grito que jamás salió aunque no paró nunca de intentarlo.
-Sí, volverás. Éste es tu sitio, tu lugar. Es tu destino.
Trago saliva. Mi barbilla castañea.
-No... No volveré.
La risa me azota como miles de bofetadas. Un recuerdo de lo que fue el primer empujón que me proyectó ahí abajo...
-Ya lo creo que volverás. Caerás rodando por las paredes del cruel abismo, te golpearás con todos y cada uno de los salientes y no pararás hasta que tu cuerpo lleno de sangre y roturas irreparables toque el suelo con el más fuerte de los impactos.
Recuerdo esos golpes. Recuerdo cada vez que mi ser caía hasta el fondo y se golpeaba con fuerza contra la sólida y fría oscuridad. Mis mejillas están húmedas. Lágrimas bajan sin previo aviso. Mi garganta se convulsiona.
-Ya no estoy solo...
-¿Cuántas veces has repetido eso antes?- el silencio como respuesta.
Mis manos tiemblan de forma violenta. Mis cicatrices no se abren, pues nunca se cerraron. Son algo que jamás sanará, ni con miles de terapias, psicólogos o ánimos. Ni con millones de sonrisas, abrazos y miradas joviales.
-Déjame.
Dos luces a modo de ojos me miran desde abajo. Mirada que añora mi desgracia, que tiene hambre de mi dolor y sed de mis lágrimas.
-Volverás. Gritarás en silencio por las noches. Tu cuerpo se convulsionará de dolor como entonces. Tus músculos se tensarán y tus ojos enrojecerán mientras tu almohada se empapa en lágrimas frías y desesperadas. Y estirarás la mano hacia el techo. Y entonces tus labios articularán una palabra sin sonido alguno...
-... "Ayuda"...
-Y volverás a estar solo... Es tu destino.
Me arrodillo. Me tumbo. Hago un ovillo con mi cuerpo. Lloro y lloro. No paro de llorar.

Tengo miedo.
La oscuridad me mira y tengo miedo.
No quiero volver ahí abajo.
No quiero volver... a estar solo.

... Ayuda...

viernes, 24 de julio de 2015

Batalla, parte 1

La noche venía acompañada de tormenta. Pero no era una tormenta ruidosa, una tormenta escandalosa. No era como esas tormentas que hacen que el suelo se estremezca. La llovizna creaba un efecto tranquilizador y los relámpagos eran lejanos destellos que iluminaban el campo de batalla de forma intermitente. Los soldados se encontraban tiesos, tensos. Su miedo calaba bajo sus armaduras como el agua que les empapaba. Al otro lado de una llanura yerma, las siluetas de los enemigos se recortaban con el cielo con cada destello. El mariscal intentaba tranquilizar al corcel, en la cabecera del ejército. Nadie hablaba, nadie hacía ruido. Y entonces lo oyeron. Un rugido salvaje que resonaba más allá de la lluvia y los truenos. Aquellas criaturas sedientas de sangre humana comenzaron a correr. Sus pies se oían retumbar en el suelo como un terremoto salido de las mismas profundidades de la tierra. El mariscal desenfundó su hacha dorada con una media sonrisa desafiante.
-¡Hoy, hermanos y hermanas! ¡Hoy es el día!- gritó mientras miraba a sus hombres mirarle con una mezcla de miedo y confusión.- ¡Hoy se decide el destino de los hombres y mujeres, se decide nuestro futuro y nuestra libertad! ¡Ante nosotros se abre la esperanza, la alegría, la promesa de un mundo sin el miedo y el caos que nos ha estado acechando los últimos años! ¡Está ahí!- señaló al horizonte con su arma, más allá del enemigo.- ¡Lo único que debemos hacer es atravesar las huestes de esos seres apestados que añoran nuestra sangre y nuestro sufrimiento! ¡Pero no, no nos rendiremos sin luchar! ¡No nos retiraremos sin mostrarles de qué estamos hechos! ¡No nos iremos sin enseñarles que no sentimos miedo ante sus horribles formas y sus oscuras almas! ¡Pues hoy, hermanos míos, hermanas mías, hoy lucharemos por todo en lo que creemos! ¡Nuestra esperanza en la libertad guiará nuestras armas y encararemos a la muerte, maldita sea, con una sonrisa de oreja a oreja! ¡Luchemos por la libertad!
Alzó el hacha, que relució durante un instante ante un relámpago que había caído más cerca que el resto. Los soldados gritaron con fuerza, su moral había escalado varios peldaños y parecía no poder ser derribada. Ahora se sentían como dioses que pisotearían a sus enemigos con sonrisas macabras y desafiantes en sus antes aterrados rostros.
-¡Ahora, hermanos, muramos y vivamos por nuestra promesa de un futuro esperanzador!
Otro grito victorioso coreó sus palabras. La voz de uno de los generales resaltó por encima.
-¡Escudos!
Los soldados, coordinados con una perfección pasmosa, colocaron sus enormes escudos de acero ante ellos, aguardando el impacto de aquellas criaturas sedientas de muerte y sufrimiento. El mariscal se colocó tras los escudos con el caballo, listo para coordinarlos. Ahora debía mantener su mente fría, vacía de cualquier sentimiento. La batalla era a partir de ese momento un juego cuya recompensa sería una grata victoria y cuyo castigo sería una irremediable muerte que no temía afrontar, pues por algo se encontraba ahí.
-¡Aguantad!- gritó mientras los pasos resonaban cada vez con más fuerza.- ¡Aguantad!
Un destello iluminó el campo un momento. Estaban muy cerca y sus colmillos se distinguían, sus ojos inyectados en sangre habían dedicado en ese breve instante una mirada que encogía el corazón de los hombres menos experimentados. El mariscal pudo apreciar un leve movimiento en la primera línea, un titubeo que, si no atajaba, podía ser fatal para el resto de la formación.
-¡Que no os vean flaquear! ¡No deben vernos como una presa fácil! ¡Nosotros seremos los que tomemos las riendas luchando con más fiereza que todos ellos! ¡Cada uno de vosotros vale más que todo su ejército junto, no lo olvidéis!
Y entonces, coreando esas palabras, el golpe final. Los escudos resonaron de forma metálica ante la carga de aquellas bestias.
-¡Lanzas!- gritó el mariscal.
Por el hueco entre cada dos escudos, una pica de hierro reluciente salía con sed de sangre de bestia, con hambre de carne enemiga. Los rugidos de dolor del enemigo desgarraron el cielo más que la lluvia y los relámpagos. Se oían gritos de victoria y de sed de venganza.
-¡Empujad!
Los escudos propinaron un fuerte golpe hacia arriba, confundiendo a las criaturas por el impacto en sus inmundos rostros. En ese instante, un millar de espadas humanas salió de la formación y se clavó en sus corazones negruzcos, poniendo fin a sus asquerosas vidas. Los escudos volvieron a cerrarse, soportando la segunda embestida.
-¡Fuego!
Tras de sí, iluminando el campo de batalla, surgiendo de las catapultas colocadas en retaguardia, una salva de bolas anaranjadas de fuego y destrucción voló en parábola derecho a las líneas traseras de las bestias. El fuego comenzó a iluminar con más claridad el campo de batalla y los gritos de dolor de aquellos seres parecían alimentar la sed de los soldados como el mejor de los vinos. Casi instantáneamente, varias líneas más atrás, un silbido precedió una lluvia de invisibles flechas que cayeron sobre los monstruos a toda velocidad, acompañadas de muerte y dolor.
-¡Cuidado!- se oyó.
El mariscal miró a su derecha. Una enorme criatura con cuernos había abierto una brecha en la primera línea y con una enorme maza repartía golpes a toda velocidad. Parecía imparable. Los arqueros cercanos le disparaban de forma automática, centrándose en la cara y el cuello. Pero no podía dejar que sus soldados murieran de esa forma. Espoleó el caballo hacia esa dirección, sus hombres le abrían paso mientras la primera línea seguía aguantando al enemigo. El enorme ser recibió un flechazo en el ojo izquierdo, una distracción en el momento justo que hizo que el valiente líder se acercara sin ser notado enarbolando el hacha que acabó decapitando a su contrincante de forma rápida, concisa y certera. La primera línea no tardó en fallar a causa del desgaste y el cansancio ante oleada y oleada.
-¡Cargad!- gritó uno de los múltiples generales que seguían, a su vez, las órdenes del mariscal, y los cuales habían sido instruidos en la estrategia a seguir.
Gran táctica, sin duda. Las horrendas bestias, al derribar la primera fila de escudos, se habían visto confiadas, pensaban que ya podrían abrirse paso a través de la carne con facilidad. Pero no, no iban a dejarse ganar de esa forma tan ridícula. Justo cuando el último de los escudos fue derribado, las líneas de detrás, hombres armados con escudos redondos de menor tamaño, espadas, hachas, martillos y cualquier arma que pudiera quebrar cráneos o atravesar pulmones, cargaron a toda velocidad contra los agotados enemigos. Y no se lo esperaban. Algunos incluso intentaban correr en dirección contraria, suceso que alimentaba la moral de los soldados todavía más. Poco a poco comenzaron a arrinconarlos con el fuego provocado en la retaguardia por las catapultas. Las criaturas habían cambiado sus rostros de sed y hambre por pavor a la muerte, algo irónico, sin duda. Los hombres y mujeres ya podían saborear la victoria...
... pero entonces un ensordecedor rugido retumbó por todo el campo de batalla, tan fuerte que hasta la lluvia pareció callarse durante unos segundos. Y el mariscal pudo ver con horror como unas enormes alas se alzaban por detrás de la colina, iluminadas tenuemente por el fuego provocado. Un enorme monstruo, un gigantesco, colosal reptil, les sonreía con una hilera de colmillos astillados y manchados de sangre seca mientras les dedicaba una aterradora mirada que brillaba de forma ambarina entre las escamas que cubrían su rostro.

Continuará...

sábado, 4 de julio de 2015

Que gane el amor

Hoy
dedicadme miradas de pasión,
juntad los labios sin temor.

Hoy
demostrad que manda vuestro corazón,
no dejéis que le quiten la razón.

Hoy
abrazaos sin miedo y sin pavor.
Demostrad que no es un acto atroz.

Hoy...

Hoy
Escuchad juntos a vuestro corazón.
¡Sentíos orgullosos!
¡Hagamos que gane el amor!

domingo, 7 de junio de 2015

Mirada

-Quiero ver esos ojos.- pidió ella.
Él arqueó la ceja. Sus enormes ojos castaños brillaban de intriga y pavor.
-¿Qué ojos?
-Quiero ver tu mirada más oscura. Quiero ver si eres capaz de quitar el brillo de tus ojos. Quiero verlos.
-¿Segura?
Ella asintió.
Él cerró los ojos ante ella...
...
Sus pensamientos abrieron un arcón de madera oscura y arañada, de candado oxidado desde cuyo interior algo parecía golpear con fuerza y rabia. Abrió el candado sin apenas esfuerzo, era fácil volver a ello.
Recordó...
Recordó cuando no era nada. Recordó cómo su vida había parecido un macabro chiste tejido por un cínico cómico al que le gusta el humor cruel, cuya sonrisa está pintada con la sangre de las penas y los dolores infundidos por años y años de penurias.
Recordó ese abismo. Todo acabó desembocando allí abajo. Era un lugar en el que la oscuridad te arañaba y te mordía, provocando heridas que no escocían, que asimilaban al dolor de una estaca de hielo clavada directamente en un corazón ya de por sí débil y marchito.
Recordó cómo todo se volvió negro sin posibilidad de encontrar un color vivo. Su alma pedía auxilio a gritos, reflejando en sus ojos un dolor y unos ruegos que nadie pudo ver o nadie quiso hacerlo.
Recordó aquellas noches llenas de estacas heladas que se clavaban como pequeñas agujas de acupuntura en todos los lugares de su cuerpo, cómo se retorcía en su lecho mientras abría las mandíbulas con fuerza y emitía gritos silenciosos, cómo sus ojos comenzaban a escocer y los tendones de su barbilla gritaban de dolor ante la tensión del gesto.
Recordó cómo su mente se fugó de la realidad y vagaba cada vez que podía por mundos y universos creados por él mismo en donde encajaba, en donde tenía la certeza de que pertenecía.
Y también recordó todas las veces que la realidad se plantaba ante él con media sonrisa y mirada de rabia y de odio y le decía con voz fría y siniestra que aquello con lo que soñaba no existía y no tenía posibilidad alguna de existir.
Recordó cómo su mente se marchitaba cada vez más, como sus ojos se vaciaban y como, ante la imposibilidad de comprenderle, otros usaban esa baza contra él, para sentirse superiores, porque su naturaleza llena de odio e hipocresía así se lo ordenaba.
Recordó cómo poco a poco su alma se comía a sí misma, cuando su imaginación acabó por poseerle por completo y abrazarle en un cruel gesto que parecía añadir más leña a la hoguera de la fría y asquerosa ironía.
Y sus ojos se teñían poco a poco con ese negro abismo lleno de odio y rencor hacia todo lo que le rodeaba, hacia esa realidad que le golpeaba con fuerza cada noche, provocándole un dolor que parecía más bien la posesión de un loco. Su mente parecía golpear las paredes de su cráneo, queriendo salir de ahí, pidiendo ayuda, pidiendo auxilio...
...
Abrió los ojos.
Ella alzó ambas cejas con un brillo de pavor. Se apartó. Luego le abrazó.
-No pongas esa mirada nunca más...
Él sonrió.
-Ya no tengo razones para ponerla...

lunes, 11 de mayo de 2015

Creador y creación

Cuando la descripción termina, la creación lo mira. Hermosa, deslumbrante, brillante, reluciente. Mirada vidriosa y penetrante, sonrisa típica de deidades y ángeles.
-Bienvenida al mundo.- el creador le tiende la mano, exhausto, pero realizado, sonriente.
Ella observa con detenimiento. Mira a su alrededor. Sus cabellos del más perfecto de los colores parecen levitar con cada movimiento.
-¿Me has creado?
-Te he creado. La perfección absoluta.
Se mira sus perfectas manos. Parece sacada de un sueño, pues ha sido sacada de un sueño. Coge su mano y se acerca a él, quien tiene la respiración entrecortada.
-¿Por qué me has creado?
El creador tiene la mirada confusa, los ojos observándola, escudriñándola, sorprendidos de la imprevisibilidad que no fue escrita, no fue descrita.
-No te entiendo...
Ella se separa de él, le muestra el paisaje de alrededor con las manos extendidas mientras da una vuelta sobre sí misma. Están en una habitación.
Sin puertas.
Sin ventanas.
Sin salidas o entradas.
Una habitación con las paredes adornadas por una serie de hermosos dibujos llenos de inspiración. Estanterías llenas de cuadernos que cuentan historias fantásticas y preciosas, surgidas en un mundo de ensueño.
Pero no hay luz.
-¿Cómo se sale?- pregunta la creación con una amplia sonrisa.
-Puedo crear una puerta.
-No...
Se abraza a él, esperanzada, seductora. Pero el brillo de sus ojos se ha tornado ahora malicioso, lleno de una breve maldad que no existía antes.
-Quédate conmigo... No salgas.
-Tengo que salir. Tengo cosas que hacer.
-No...- le besa dulcemente, mordiéndole el labio con picardía.- No tienes que salir.
-No... No tengo que salir.
La habitación a oscuras, la creación le mira con una sonrisa desbordante de maldad y obsesión.
-Eres mío ahora.
-Soy tuyo ahora.
Las manos son conducidas con pasmosa tranquilidad y seguridad. Parece nacido para ello, para ese momento. Los dibujos escupen su tinta en forma de dulces y duras creaciones. Los cuadernos gritan historias perfectas. No se oye nada, sólo las historias. No se ve nada, sólo las creaciones.
Y es en ese momento, haciendo acopio de sus fuerzas, el creador sale por una puerta recién imaginada y corre a toda velocidad, asustado, jadeando.
A medio camino, se para en seco y se da la vuelta.
Su más perfecta creación está tras él, mano extendida, ojos llorosos. Y eso le produce una punzada en el pecho.
-Eres mío ahora...
Él mira hacia la salida. No es una luz, es una niebla gris, sucia y maloliente. Llena de las más rastreras cualidades que nadie se ha podido imaginar.
Claro que nadie se las ha podido imaginar.
Porque son la realidad.
Por tanto, dolorido, decide volver.
Volver a esa habitación sin puertas ni ventanas.
Inundado por su imaginación y sus creaciones. Amado por ellas del modo que nadie lo había amado antes.

Y así fue como el creador fue controlado por sus creaciones.
Y así fue como el creador lloraba cada vez que volvía a la realidad.
Y así fue como el creador se rindió a su creación... y jamás volvió a asimilar la verdad.

miércoles, 22 de abril de 2015

Feliz Día del Libro

Palabra por palabra me dibujas escenas de ensueño o pesadilla. Me describes unas tierras en las que gustosamente me pierdo a cada renglón leído. Me presentas personas curiosas y singulares, enigmáticas bellezas, agudos intelectuales, valientes guerreros o astutos villanos.
Me abrazas con tus ideas y me arropas con tus fantasías. Mi rostro, un lienzo en blanco con el que entro de lleno en tu obra, en el que dibujas sonrisas o muecas con frases mágicas que me regalas de forma gustosa.
Soy un esclavo, un siervo del contrato silencioso en el que tu creación se ha convertido. Mi deber, seguir tus letras y tus líneas hasta que terminen en un final que no quiero que llegue por no volver a caer sobre mi vacía realidad. El tuyo, darme mi adicción, mi droga, mis palabras, renglones, frases e historias. Mi pasión diaria que tiñe de sentido mi áspero sendero.
Quiero que tus personajes me enamoren, que tus historias me cautiven. Quiero que tu suspense me mantenga en vilo noches enteras, en las que una pequeña linterna es el túnel hacia el mundo que compartes.
Escritora, escritor. Tú eres mi pasión y mi salvación. A ti te debo mi tiempo.
Y, a cambio, no quiero que me dejes de hipnotizar con la sintonía que me traen tus letras, tus palabras, tus frases, tus párrafos.
Tus historias.

Feliz día del libro, escritora, escritor.

jueves, 2 de abril de 2015

La laguna

El caballo, sediento, se acercó a la laguna.
El jinete, impaciente, bajó de la montura.

Acariciaban los rayos el agua con dulzura.
Plateada, blanca, brillante se alzaba la Luna.

Un destello de plata llamó su atención.
El jinete sintió como se paró su corazón.

Dama de cabellos negros y piel albina.
Y unos profundos ojos con pasión le miran.

De las cristalinas aguas salía aquella criatura.
Y su desnudo cuerpo la Luna acariciaba con ternura.

Sabía el joven que aquello era un engaño.
Aunque se preguntó cómo algo tan bello le haría daño.

Se adentró en las aguas paso por paso.
Y pronto se dejó fundir en un cálido abrazo.

Una a una sus prendas desaparecieron.
Y juntos, desnudos, en las aguas se sumergieron.

Cuenta la leyenda que aquella bruja hermosa
cautivaba a los hombres con promesas deshonrosas.

Sin embargo, según dicen, no volvió a salir.
Y todos se preguntaban dónde pudo ir.

Te narro lo ocurrido, querido lector.
Tanto ella como él habían encontrado el amor.

Porque en las aguas de la Laguna ambos se sumergieron
y en amor y pasión juntos desaparecieron.

lunes, 16 de marzo de 2015

Muñeca rota

Muñeca rota
que en la penumbra se alza.
Muñeca rota
que duro espino calza.

Tus ojos vidriosos
con celo ocultan
dolores y odios
que siempre perduran.

Muñeca rota,
llora sin temor.
Muñeca rota,
llora, por favor.

Tu grandioso porte
tímido se erige
en ardientes ardores
que te persiguen.

Frío camino
sola te guía,
muñeca rota
que añora alegría.

Digno arrojo
demuestras tener.
Pero es doloroso
y ha de perecer.

No te lo tragues,
suelta y sonríe.
No te atragantes.
Tú sólo sigue.

Con timidez tus ojos
me muestran soledad.
Te aseguro, pequeña
que esto acabará.

Muñeca rota,
coge mi mano.
Ya no estás sola,
al menos yo te aguanto.

Muñeca rota,
de la penumbra sales.
Muñeca rota,
demuestra lo que vales...

martes, 10 de marzo de 2015

Pasado y presente

En contraste con la oscuridad, dos almas, dos figuras, encarándose, mirándose.
Una destrozada, sangrante, desolada, sola... El pasado.
Otra altiva, desconfiada. Las cicatrices son su vestimenta, la indiferencia es su máscara... El presente.

-¿Me recuerdas?- pregunta el pasado.
-Te recuerdo.- responde el presente.
-¿Les recuerdas?- traga saliva.
-Les...- aprieta los puños con firmeza, ira, cólera, rencor.- Les recuerdo...
-Ellos a ti también...
El presente arquea una ceja con desconfianza, sabe lo que viene ahora.
-Pero no lo que pasó...- añade el pasado.
Aprieta la mandíbula, el pasado no le atormenta, pero sí le enseña. Le enseña por qué la desconfianza es lo primero y la confianza lo que ha de ganarse. Por qué jamás has de coger la mano de alguien que no te demuestra que puede sujetarte... o que quiere hacerlo.
-Claro que no lo recuerdan.- contesta el presente.- Porque no es de su incumbencia. Porque su egoísmo les cegaba. Su hipocresía.
-Puede que no lo supieran... Puede que fuera ignorancia.
-¡¿Ignorancia?!- la voz se alza, grita, eco en la oscuridad más silenciosa.- ¡Seguro que al menos una vez en sus vidas aburridas se plantearon si lo que veían o hacían estaba bien! ¡Seguro que alguna vez se plantearon que eso llegaba más allá de una broma! Veían el dolor en mis ojos, pero no querían mirarlo.
-¿Recuerdas lo que veías cuando te mirabas al espejo?
El pasado le lanza una mirada que es la respuesta. Unos ojos vacíos, oscuros, sin amor ni orgullo propio. Los ojos de un fantasma.
Los ojos de alguien que quiere desaparecer. Que no quiere resaltar. Que tiene miedo a que le vean y a lo que viene después. Que teme las consecuencias de ser visto y notado por aquellos individuos que ahora están llenos de hipocresía y cordialidad como si olvidaran lo que hicieron otrora.
-Recuerdo todo eso. Recuerdo bien como minaron en mí. Como destrozaron mi alma. Como desmontaron mi corazón. Como desintegraron mi autoestima.- el odio a flor de piel, los ojos inundados en lágrimas, el rencor inundando su ser por recuerdos.- Como me cambiaron para siempre.
El pasado agacha la cabeza, apenado, con un peso encima que nadie debería soportar jamás.
-¿Recuerdas cómo quisiste dar lo mejor y recibiste lo peor?
-Sí. Y también recuerdo cómo evolucioné. Cómo acabé deseando una venganza irracional que inundaba mi coherencia y la nublaba hasta unos límites que jamás sospechaba que existían dentro de mí.
-Siempre me pregunté quién era aquella conciencia que decidía quiénes eran las víctimas...
Largo silencio, sepulcral, delator, que muestra el pensamiento hundido de alguien dolorido...
-¿Te arrepientes de lo que pasó? ¿Deseas que no hubiera pasado?- el pasado pregunta, titubeante.
El presente se ríe, sonríe, aprieta puños, mandíbula, alza una ceja, con indiferencia, con un cierto brillo macabro.
-No...
-¿Por qué...?
-Porque temo más convertirme en uno de ellos.

Porque temería aún más no haber descubierto lo que venía después.

lunes, 19 de enero de 2015

Pregunta, respuesta, intervención, acción, sentido...

   Sombra recortada ante la plateada luz de la luna. Una pequeña muchacha, pequeña, delgada, con cabellos color platino que más parecen una aureola de magia y misticismo. Una mirada de destellos rojizos que se emboba ante la gran y blanca dama que lidera el cielo nocturno. Lágrimas, surcos húmedos que recorren sus pálidas mejillas.
   -¿Por qué lloras, pequeña?- es la pregunta.
   Sonrisa sarcástica, mirada macabra. Sus ojos siguen clavados en la esfera blanca, pero sus recuerdos vagan por tristes pensamientos que la sumen en la inmersión de la más absoluta oscuridad.
   -¿Has oído hablar de la esperanza humana?- es su respuesta.- Yo la oí mencionar levemente en leyendas y mitos. Historias sin final triste, felicidad inexistente llena de generosidad infundada por el miedo al castigo.
  -No hay que ser tan dramatista.- es la intervención.
  -Dramatista o pesimista son adjetivos para disfrazar la verdad con máscaras que la oculten a ojos cobardes, a miradas llenas de más miedo que vergüenza. La humanidad pereció por el peso de su propia hipocresía, como sumida, ahogada en un mar de basura y escoria desperdigadas a causa de acciones que han ido pudriendo poco a poco cualquier indicio de esperanza, o al menos de lo que se podría definir como tal. No hay nada hermoso ya que pueda sobresalir de ese océano lleno de una oscuridad tan densa que podría palparse, contra la cual los rayos de luz jamás conseguirán ganar. Ésa es la humanidad. Es basura amontonada. Los que pueden arreglarlo se dan la vuelta, se tapan los oídos, se alejan, no quieren sentir, no pretenden ayudar. Los que no pueden, desean hacerlo, lo piden a gritos, maldicen la mala suerte que se les ha entregado. Maldita sea la condición humana y el destino mal forjado a partes iguales, motivos de la desolación más absoluta en la que todo se sume cada día una y otra vez.
   -Te equivocas al pensar que no hay nada hermoso.
   -¿Qué hay?
   -El amor.
   -Pero el amor es doloroso.
   Coger el rostro de la musa de la tristeza con ambas manos es la acción.
   -Pero es lo más dulce y misterioso de todo.- es el sentido.