Música

martes, 26 de noviembre de 2013

Sangre roja

El suelo estaba cubierto por una alfombra acolchada de ceniza. Ceniza de ruinas, ceniza de pertenencias perdidas, ceniza de miles de almas cuyos llantos y gritos de auxilio aún se oían en la lejanía. En el horizonte, una sombra recortada sobre el contraste anaranjado de las nubes de polución que tantas bombas e incendios sin control habían dejado. La figura respiraba profundamente a través de una vieja máscara de gas. Se sentía atrapado en una escafandra claustrofóbica, pero sabía que respirar el veneno que poblaba ahora el ambiente sería una muerte segura y dolorosa. Ante él, un cuerpo cuya vida acababa de ser segada. La sangre bañaba las cenizas del suelo, dejando un brillo escarlata a sus pies. Una bayoneta estaba incrustada en el pecho del desdichado, destrozando su pecho, su corazón. El soldado que había ganado se arrodilló a su lado y le quitó la máscara, mostrando un rostro totalmente distinto al suyo, una piel diferente, unas facciones totalmente opuestas, otro género y otras preferencias. Sonrió de satisfacción mientras se llevaba la mano al símbolo adherido a su uniforme. Había cumplido la misión, había ganado, por su símbolo, por su raza, por su color, por su patria... El militar se dio la vuelta y se marchó pesadamente, perdiéndose en la niebla de ceniza de las ruinas, respirando con lentitud a través de su máscara. La mujer que yacía en el suelo tenía la mirada perdida en el cielo, un cielo corrupto y podrido que no dejaba pasar apenas la luz del sol ni de la esperanza. Un colgante con su símbolo reposaba sobre el charco de sangre roja.
El soldado sentía la soledad en todos sus huesos. No podía estar en todos los sitios al mismo tiempo, pero era una certeza, estaba solo, era el último, no había nadie más. Pero daba igual, lo había conseguido. Gracias a él, su símbolo había ganado, había resultado victorioso. Cogió su daga de combate, apuntó a su pecho y apretó con fuerza, perforándolo, abriéndose paso por las costillas hasta provocar una herida mortal. Y su uniforme se empapó, sus pies se empaparon. Bajo él, un charco, un charco de sangre.
Sangre roja.